La tecnología contra la adicción. Estados Unidos ya ha empezado a probar la estimulación cerebral en pacientes con adicciones.
En 1972, el aclamado escritor Michael Crichton (Parque Jurásico) imaginó en su novela El Hombre Terminal lo mismo que el mangaka Shirow Masamune en 1989 para su Ghost in the Shell; lo mismo que Eidos en su juego Deus Ex: Human Revolution; lo mismo que en 2017 Regina Dugan, jefa de uno de los grupos de investigación de Facebook, dejó caer durante el evento F8 del 2017: chips y electrodos implantados directamente en el cerebro y otras partes del cuerpo.
¿El motivo? Para acceder a una condición meta-humana, para acelerar la evolución e implantar esa tecnología que usamos a diario directamente dentro de nosotros. Para evolucionar física y tecnológicamente. Y, al parecer, también para curar las adicciones.
La adicción a los opiáceos
El término opiáceo se refiere a los alcaloides presentes en el opio, y también se ha utilizado tradicionalmente para referirse a los derivados naturales y semi-sintéticos de la morfina. Los principales opiáceos provenientes del opio son la Morfina, la Codeína, la Metadona o la Tebaína, y aunque la morfina se usa para tratar el dolor y para paliar la adicción a drogas duras como la heroína y la cocaína, en sí es fácil que un paciente se enganche a ella y a los opiáceos por sus efectos estimulantes.
En un mundo en el que hay millones de personas enganchadas a los opiáceos, los investigadores del West Virginia University Rockefeller Neuroscience Institute (RNI) y el West Virginia University Medicine están probando una técnica tan pionera que suena a Ciencia Ficción: una Estimulación Cerebral Profunda (DBS) para tratar de reducir y eliminar la adicción a los opiáceos.
Electrodos en el cerebro
Pero, ¿cómo se estimula un cerebro? Pues el procedimiento de estos investigadores pasa por el mismo principio de la novela que citábamos antes: instalar electrodos en un cuerpo humano, concretamente en el cerebro de una persona adicta a estas drogas. La primera prueba de esta clase se está llevando a cabo en los USA con un paciente varón de 33 años que lleva 10 años enganchado a los opiáceos, abusando de ellos, desenganchándose y volviendo a caer con sobredosis.
La DBS es un tipo de cirugía que coloca electrodos directamente dentro del cerebro de un paciente, justo en los centros de placer y auto-control. Y cuando el paciente sufre el ‘mono’ y necesita una dosis de opiáceos, un dispositivo externo envía pulsos eléctricos a estos electrodos para que interrumpan el comportamiento cerebral que tenía hasta ese momento. En otras palabras: hackea el cerebro del paciente para evitar que busque la dosis que le satisfaga, y conseguir así que se desenganche definitivamente.
Hackear el cerebro humano
La prueba está en proceso, y su resultado decidirá si la técnica puede ser mejorada y adoptada para tratar todo tipo de adicciones. De tener éxito hablaríamos de un tratamiento que podría ser lo esperado para terminar con tantos y tantos adictos a las drogas, al alcohol, o a otras adicciones como el sexo o la comida. Pero claro, el proceso en sí genera las usuales dudas morales: ¿hackear el cerebro para curar una adicción?
Parece que lo hace casi 50 años escribió Crichton se está haciendo realidad. Aunque si echamos un vistazo a las estadísticas, esta técnica puede ser una salvación para lugares como Virginia Oeste, en Estados Unidos, que tiene la mayor tasa de muerte por sobredosis de drogas opiáceas de todo el país. Hablamos de 49,6 muertes por cada 100.000 habitantes sólo en 2017. Este remedio drástico podría ser la mejor solución para las personas que no responden ni a la medicación ni al cuidado psicológico ni a los programas residenciales.
Pero, ¿eso de aumentarnos, aunque sea por necesidad, no nos hará perder poquito a poco nuestra pura condición de humanos?