La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc) alerta de que el
alcohol, incluso en pequeñas cantidades, aumenta el riesgo de padecer cáncer, según se
desprende de un gran número de estudios científicos independientes.
El problema de que estos datos sean considerados por la población es que algunos
estudios científicos han sugerido en los últimos años que, en pequeñas cantidades, podría
reducir el riesgo de infarto o diabetes. «Pero esas mismas cantidades de bebidas
alcohólicas aumentan las posibilidades de padecer otras enfermedades, como es el caso
de algunos de los cánceres más frecuentes en la población general: colon, esófago y
mama, entre otros», arma Rodrigo Córdoba García, coordinador del Grupo de Educación
Sanitaria del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud de la
semFYC.
Los supuestos efectos beneficiosos enfatizados por algunos sectores de la sociedad se
referían a determinados biomarcadores que en realidad, «no dejan de ser más que variables
intermedias sin relación con la mortalidad global. Esos estudios ocultan el efecto
cancerígeno del principal metabolito del alcohol, el acetaldehído, que sí tiene relación
demostrada en la aparición de diversos tipos de cáncer».
Las razones que convierten las bebidas alcohólicas en sustancias cancerígenas tienen
que ver con que el metabolismo del etanol de las bebidas alcohólicas en acetaldehído es
probablemente carcinógeno humano y puede dañar tanto el AND como las proteínas; la
generación de los procesos de oxidación celular; la disminución de la absorción de
vitamina A, C, D, E, Carotenoides y folatos, y el incremento de las concentraciones
crecientes de estrógenos.
Así como, «el hecho de que las bebidas alcohólicas pueden contener también una
variedad de contaminantes cancerígenos que se introducen durante la fermentación y la
producción, como son las nitrosaminas, asbesto, fenoles e hidrocarburos», sostiene
Rodrigo Córdoba García.
Los médicos de la semFYC llevan tiempo enfatizando en el hecho de que el alcohol no
puede ser parte de una dieta saludable. Córdoba García: «Además de ser cancerígeno, lejos
de ser un protector del corazón, aumenta el riesgo de enfermedad hipertensiva, ictus
hemorrágico y fibrilación auricular. El alcohol es, además, responsable de notables
perjuicios sociales, mentales y emocionales, incluyendo criminalidad y todo tipo de
violencia, que conducen a enormes costes para la sociedad», añaden.
Por otro lado, han advertido que calcula que 3 de cada 1000 pacientes atendidos en
consultas de médicos y médicas de familia son dependientes del alcohol y uno de cada 20
hace un consumo de riesgo o perjudicial. La tarea fundamental del médico de familia «es
identificar precozmente a los pacientes que hacen un consumo de riesgo de alcohol para
evitar los efectos nocivos en la salud de su consumo y evitar que desarrollen una
dependencia», comenta Francisco Camarelles, presidente del PAPPS de semFYC.
Una vez se ha desarrollado la dependencia, «los médicos y médicas de familia
desempeñan un papel importante identificando a los pacientes que la sufren, interviniendo
en la derivación de los que la precisen, para que sea más eficaz su rehabilitación, y
apoyando al paciente a lo largo del proceso», concluye Camarelles.
Saber cuánto consumo de alcohol debe considerarse de riesgo es una de las claves para
que los consumidores tomen conciencia de la importancia de los hábitos saludables.
Partiendo de la idea de que no hay consumo de riesgo cero, el consumo de bajo riesgo no
debería superar las 2 unidades de alcohol al día en varones y una en mujeres, lo que
equivale a uno o dos vasos de vino de 100 o de 250 cc de cerveza. Este consumo supone
un riesgo de mortalidad del 1/1000, que por consenso se considera aceptable en caso de
conductas voluntarias.